NIMA

La calidez de la península vigila su cuerpo, entre el norte y el sur de nuestro planeta es en este lugar donde respiran sus mejores recuerdos; su nacimiento, el primer color atrapado por sus ojos, el cuidado de su madre, las primeras menudencias del sol, el cariño de la luna, su primer amor, los olores, el canto, el cortejo, el contacto, el viaje... Este espacio salado como un diario marino lo guarda todo.
El aire nocturno baboseaba las brumas del entorno, desde el infinito y como faro del Olimpo la luz de la luna vigilaba su danza Marina, su soplo arroja estrellas al firmamento, la marea sobornada con la gracia de su aleteo lanza caricias salpicadas de sal a su agotado cuerpo, la resonancia de su respiración escasa y profunda delata su condición, con armas afiladas en las manos la costa rocosa observa desde la orilla como un centinela impaciente cacareando un interés sigiloso…
Se esfuerza, respira, se queja y avanza un poco más, con el ánimo de un torpedo fatigado.
Llega a la orilla con la decisión de cerrar un círculo, encontrando refugio en los callejones pétreos de la península, los centinelas se amarran a sus huesos, masticando su identidad, cubierta por la noche caribeña es consolada por las olas saladas de la región que la vio nacer.
Destila toda su pasión fundiéndose en la superficie, sus huesos son parte de la faja rocosa, encalla su fabulosa historia entre la piedra y la dedica a nuestros ojos como si fuera su última misión de vida o quizás de muerte, quien lo sabe, pero llama la atención el hecho de que entre tantos viajes, kilómetros recorridos y lugares fantásticos la ballena a la que llamamos “NIMA”, la propia región que abrigo su vida, también abrigo su muerte.

Nima fue encontrada muerta el 13 de febrero de 1993, en la loma de la piña, cerca de punta balandra, en el extremo sur del este de la península de samaná. Sus restos se exhiben en el Museo de la Ballena (Samaná) bajo el performance de su descenso en la costa rocosa de República Dominicana.
Juanjo